jueves, 3 de julio de 2008

¿Quieres confirmar?

Dice Juán de Mairena que “los niños buscan confirmación aun de sus propias evidencias”. Tal vez uno no madure del todo hasta concursar en Identity. Programa de televisión éste que también ven nuestros locos bajitos. Lo ponen un poco tarde, es cierto, pero, por lo menos, algunos deben de ver el comienzo, cuando el presentador dice eso de: “¡Bienvenidos a Identity!”, con gran énfasis en la voz y en el gesto (algo así como un cruce entre Alí Babá y Luis Cobos) al mismo tiempo que un fogonazo de neón semeja el efecto mágico de sus palabras y la momentánea transfiguración de todo a su alrededor. Luego veremos para qué puede que sirva tanta apoteosis.
En este concurso, contra toda lógica, y llegado el momento decisivo, que se repite cada vez que el presentador le pregunta al concursante si quiere o no confirmar lo que tan solo barrunta o, a lo más, supone por ciertos indicios. En concreto, de quién, de los doce que tiene delante, es cada una de las identidades, entre nombres de oficios o características que hacen a quienes las poseen singulares entre los demás que se prestan a tal menester. Lo normal, en esas circunstancias, sería que, por muy evidente que le parezca quién es quién, diga que no puede confirmarlo; claro es, a no ser que haya tongo. Sin embargo, los concursantes de Identity, nunca rehúsan confirmar sus cábalas cuando se les pide que, o bien lo hagan, o se planten. Quizá alguno de ellos se haya plantado alguna vez por lo imposible de tal requerimiento, pero, de haberse dado el caso, se fue sin así expresarlo ante la cámara, pues nunca nadie ha dicho ni mu al respecto.
Los que quieren arriesgarse, eso sí, acaban diciéndolo todos, bien "alto y claro": confirmo que la identidad –verbigracia, del sexador de pavos o de la camarera de chupitería– pertenece a …, y el número del tal o cual sujeto de los que están enfrente para ser adivinados. Entonces, el concursante pulsa el botón, y, tras otra fugaz transfiguración generalizada en el plató –y aun la de los televidentes en sus casas–, la verdadera confirmación se da, la persona con la identidad de marras se descubre. El efecto de ese baño de luces y sonidos llenos de patetismo ha sido el de la exoneración del confirmante y de quien le indujo a prevaricar, pues todavía no se ha abucheado a ninguno por mentiroso. Y no deberían, son las reglas del juego. Quizá algún día se descubra a alguien con el poder de confirmar, de verdad, lo que no sabe de antemano a ciencia cierta en… ¡Identity!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya hombre, con lo que me gusta a mi Identity...
Bueno, un saludo Pau y feliz Navidad ;)