José María Bellido Morillas
Los gitanos están culturalmente ninguneados en España. Las creaciones culturales netamente gitanas (y no las que se relacionan con tradiciones artísticas populares hispanas, como el flamenco, o incluso con supersticiones populares, como la quiromancia en la reja de la catedral granadina) son ampliamente desconocidas y despreciadas por la sociedad, y sólo encuentran favor en los organismos públicos, cuyas inyecciones de dinero no pueden cambiar la actitud mayoritaria.
La cultura gitana es eminentemente nómada y ágrafa. Para la actual cultura europea, lo primero no supone ningún problema, ya que, en su seno, el modo de vida más primitivo del hombre ha confluido con el que se presenta como su estado más avanzado: la movilidad, promovida y defendida por la Unión Europea como culmen del progreso civilizado.
Sin embargo, el no tener letras, textos y escribas sí es un problema de prestigio. Todas las culturas ágrafas que fueron entrando en contacto con culturas letradas tuvieron que acabar vertiendo sus textos a la escritura de los recién llegados, como en Perú, e incluso a veces inventaron y falsificaron la antigüedad de sus volúmenes, como parece ser que hicieron los magos persas atribuyendo a Alejandro Magno la destrucción de unos libros que quizá nunca existieron.
Los gitanos se encuentran ahora en este punto crucial de su historia como cultura. Sus tradiciones orales y sus lenguas han sido descritas por eruditos no gitanos usando, bien los alfabetos de las lenguas europeas, o bien alfabetos de transliteración basados en las modificaciones germánicas y eslavas del alfabeto latino; y, muchas veces, en el caso de las traducciones y estudios, estos eruditos se han servido directamente de las lenguas europeas (románicas, germánicas o eslavas). No existen, por tanto, una grafía y una ortografía propias y válidas para todos los hablantes de la lengua romaní.
Y lo que es más grave, tampoco existe una gramática unificada. Todas las lenguas generan dialectos y hablas: pero si no hay una gramática común que cohesione estas variantes, deberemos dejar de hablar de lengua y considerar cada variante una lengua en sí misma, rompiendo la unidad cultural.
Para dignificar y conceder a la cultura gitana el rango y prestigio social que merece, no es necesario, a mi parecer, adoptar una de las variantes del romaní como lengua de cultura, agraviando a las demás variantes e incluso a los gitanos que han perdido su lengua por adoptar por completo otras, como ha ocurrido en España. Elegir un dialecto romaní para toda la Romipén sería tan absurdo como elegir una lengua románica para toda la Romania. Lo que mantiene unida la Romania es su filiación con la lengua y la cultura clásica común, la greco-latina. A base de palabras greco-latinas han hecho las lenguas y culturas románicas su poetría y su gramática.
Pues bien, el latín de las lenguas indias, como lo es sin duda la lengua romaní, es el sánscrito, que ha sido recibido en odres nuevos en todas las lenguas neo-indias, incluyendo el hindustaní, que se ha distanciado del urdu por esto, convirtiéndose en hindi.
La prioridad para el pueblo gitano, creo yo, no es aprender una lengua romaní batúa sino estudiar directamente sánscrito, para entender mejor la lengua romaní, para ganar prestigio cultural y para recuperar milenios de poesía, medicina, filosofía, historia, religión, gastronomía, artes bélicas y eróticas, teatro, música y narrativa que sin duda, como pueblo indio, les corresponden en herencia.
Propongo que la Unión Europea fomente el estudio de las lenguas clásicas hasta que pueda servirse del griego y el árabe clásicos, así como el latín y el sánscrito, en las principales instituciones y actos públicos, con preferencia a todas las demás: si bien se deberá conceder preferencia al latín sobre el griego.
El griego formó culturalmente al latín y a las lenguas eslavas orientales; el latín formó a toda Europa y parte de África, y es la lengua culta de la Romania, los germanos y buena parte de los eslavos, aventajando al antiguo eslavo eclesiástico, el gótico y el islandés como lengua clásica de la Cristiandad; el sánscrito recoge la más antigua tradición de las lenguas indias, de la que procede el pueblo gitano, asentado en Europa desde hace prácticamente un milenio. El árabe clásico es el latín de los musulmanes, tanto de los que ya estaban asentados en Europa como de los que se están asentando en estos últimos tiempos, y, además, el modelo gramatical del hebreo medieval europeo.
Las lenguas clásicas sirven para unir y facilitar la comunicación, en tanto que las lenguas vulgares sirven para desunir y lograr la incomprensión. Si la Unión Europea se toma en serio su clasicidad greco-latina, germánica, eslava, indo-aria y semítica (con la debida veneración hacia el acadio), hará más por el entendimiento de los pueblos y el enaltecimiento de la cultura que si impusiera a todos sus ciudadanos un absurdo esperanto o volapük.
Los gitanos están culturalmente ninguneados en España. Las creaciones culturales netamente gitanas (y no las que se relacionan con tradiciones artísticas populares hispanas, como el flamenco, o incluso con supersticiones populares, como la quiromancia en la reja de la catedral granadina) son ampliamente desconocidas y despreciadas por la sociedad, y sólo encuentran favor en los organismos públicos, cuyas inyecciones de dinero no pueden cambiar la actitud mayoritaria.
La cultura gitana es eminentemente nómada y ágrafa. Para la actual cultura europea, lo primero no supone ningún problema, ya que, en su seno, el modo de vida más primitivo del hombre ha confluido con el que se presenta como su estado más avanzado: la movilidad, promovida y defendida por la Unión Europea como culmen del progreso civilizado.
Sin embargo, el no tener letras, textos y escribas sí es un problema de prestigio. Todas las culturas ágrafas que fueron entrando en contacto con culturas letradas tuvieron que acabar vertiendo sus textos a la escritura de los recién llegados, como en Perú, e incluso a veces inventaron y falsificaron la antigüedad de sus volúmenes, como parece ser que hicieron los magos persas atribuyendo a Alejandro Magno la destrucción de unos libros que quizá nunca existieron.
Los gitanos se encuentran ahora en este punto crucial de su historia como cultura. Sus tradiciones orales y sus lenguas han sido descritas por eruditos no gitanos usando, bien los alfabetos de las lenguas europeas, o bien alfabetos de transliteración basados en las modificaciones germánicas y eslavas del alfabeto latino; y, muchas veces, en el caso de las traducciones y estudios, estos eruditos se han servido directamente de las lenguas europeas (románicas, germánicas o eslavas). No existen, por tanto, una grafía y una ortografía propias y válidas para todos los hablantes de la lengua romaní.
Y lo que es más grave, tampoco existe una gramática unificada. Todas las lenguas generan dialectos y hablas: pero si no hay una gramática común que cohesione estas variantes, deberemos dejar de hablar de lengua y considerar cada variante una lengua en sí misma, rompiendo la unidad cultural.
Para dignificar y conceder a la cultura gitana el rango y prestigio social que merece, no es necesario, a mi parecer, adoptar una de las variantes del romaní como lengua de cultura, agraviando a las demás variantes e incluso a los gitanos que han perdido su lengua por adoptar por completo otras, como ha ocurrido en España. Elegir un dialecto romaní para toda la Romipén sería tan absurdo como elegir una lengua románica para toda la Romania. Lo que mantiene unida la Romania es su filiación con la lengua y la cultura clásica común, la greco-latina. A base de palabras greco-latinas han hecho las lenguas y culturas románicas su poetría y su gramática.
Pues bien, el latín de las lenguas indias, como lo es sin duda la lengua romaní, es el sánscrito, que ha sido recibido en odres nuevos en todas las lenguas neo-indias, incluyendo el hindustaní, que se ha distanciado del urdu por esto, convirtiéndose en hindi.
La prioridad para el pueblo gitano, creo yo, no es aprender una lengua romaní batúa sino estudiar directamente sánscrito, para entender mejor la lengua romaní, para ganar prestigio cultural y para recuperar milenios de poesía, medicina, filosofía, historia, religión, gastronomía, artes bélicas y eróticas, teatro, música y narrativa que sin duda, como pueblo indio, les corresponden en herencia.
Propongo que la Unión Europea fomente el estudio de las lenguas clásicas hasta que pueda servirse del griego y el árabe clásicos, así como el latín y el sánscrito, en las principales instituciones y actos públicos, con preferencia a todas las demás: si bien se deberá conceder preferencia al latín sobre el griego.
El griego formó culturalmente al latín y a las lenguas eslavas orientales; el latín formó a toda Europa y parte de África, y es la lengua culta de la Romania, los germanos y buena parte de los eslavos, aventajando al antiguo eslavo eclesiástico, el gótico y el islandés como lengua clásica de la Cristiandad; el sánscrito recoge la más antigua tradición de las lenguas indias, de la que procede el pueblo gitano, asentado en Europa desde hace prácticamente un milenio. El árabe clásico es el latín de los musulmanes, tanto de los que ya estaban asentados en Europa como de los que se están asentando en estos últimos tiempos, y, además, el modelo gramatical del hebreo medieval europeo.
Las lenguas clásicas sirven para unir y facilitar la comunicación, en tanto que las lenguas vulgares sirven para desunir y lograr la incomprensión. Si la Unión Europea se toma en serio su clasicidad greco-latina, germánica, eslava, indo-aria y semítica (con la debida veneración hacia el acadio), hará más por el entendimiento de los pueblos y el enaltecimiento de la cultura que si impusiera a todos sus ciudadanos un absurdo esperanto o volapük.