Los comentaristas deportivos son muy dados a la abstracción, y, el fútbol en especial, da para mucha. Veamos sólo una pequeña parte.
Sutil conceptuación es, por ejemplo, llamar a determinadas acciones (ya sean pases o desmarques) jugadas entre líneas, a saber: que suceden entre las líneas defensiva, media y delantera. Es más, los jugadores mismos poseen en el campo la condición de líneas, si se tiene en cuenta que, al caer o ser derribados por un contrario que les hace una falta, se dice de ellos que han perdido la verticalidad; la misma −se supone− que recuperarán al levantarse.
Sucede no pocas veces que el balón rueda solo por un fallo en el pase o el regate, ocasión que aprovechan los que pueden apropiárselo: está entonces el balón dividido. Hay la posibilidad, también, de que pasen los minutos y ninguna jugada de uno de los equipos (o de los dos) termine en gol (aunque los intentos lleven mucha o poca intención, o lo que algunos llamamos todavía veneno); cuando esto suceda, el problema estará, según los cronistas de la escuela valdaniana, no en la falta de suerte o acierto, sino en la falta de definición.
Eso, por lo visto, es de lo que carecieron nuestras selecciones absoluta (como llaman algunos a la de los mayores) y subveintiuno (o relativa), que también se nos ha quedado con las ganas de un nuevo éxito; como dijo Vicente del Bosque −con deje periodístico−: "no hemos tenido suerte de cara al gol", lo que nos debería recordar que algunos vivimos aún de espaldas a una realidad que tantos y tantos entendidos del balompié se ocupan de enunciar cuantas veces haga falta: el fútbol es así.
Sutil conceptuación es, por ejemplo, llamar a determinadas acciones (ya sean pases o desmarques) jugadas entre líneas, a saber: que suceden entre las líneas defensiva, media y delantera. Es más, los jugadores mismos poseen en el campo la condición de líneas, si se tiene en cuenta que, al caer o ser derribados por un contrario que les hace una falta, se dice de ellos que han perdido la verticalidad; la misma −se supone− que recuperarán al levantarse.
Sucede no pocas veces que el balón rueda solo por un fallo en el pase o el regate, ocasión que aprovechan los que pueden apropiárselo: está entonces el balón dividido. Hay la posibilidad, también, de que pasen los minutos y ninguna jugada de uno de los equipos (o de los dos) termine en gol (aunque los intentos lleven mucha o poca intención, o lo que algunos llamamos todavía veneno); cuando esto suceda, el problema estará, según los cronistas de la escuela valdaniana, no en la falta de suerte o acierto, sino en la falta de definición.
Eso, por lo visto, es de lo que carecieron nuestras selecciones absoluta (como llaman algunos a la de los mayores) y subveintiuno (o relativa), que también se nos ha quedado con las ganas de un nuevo éxito; como dijo Vicente del Bosque −con deje periodístico−: "no hemos tenido suerte de cara al gol", lo que nos debería recordar que algunos vivimos aún de espaldas a una realidad que tantos y tantos entendidos del balompié se ocupan de enunciar cuantas veces haga falta: el fútbol es así.